Poema del sábado: Andrés Fernández de Andrada

Este sábado, un poeta que, como otros casos gloriosos, es conocido por un solo texto. Andrada reflexiona sobre la condición humana y en el sentido de Horacio, su actitud senequista sobre la vida. También oportuna reflexión, hoy. 

Bello texto, por otra parte e imperecedero ¡Ah!, el poeta murió olvidado. “Nunca fingió la luz, atravesarlo desde el ocaso”

Feliz sábado.

Andrés Fernández de Andrada (Fuente: www.poetasandaluces.com)
Andrés Fernández de Andrada (www.poetasandaluces.com)

Fabio, las esperanzas cortesanas

prisiones son do el ambicioso muere

y donde al más activo nacen canas;

el que no las limare o las rompiere,

ni el nombre de varón ha merecido,

ni subir al honor que pretendiere.

El ánimo plebeyo y abatido

elija, en sus intentos temeroso,

primero estar suspenso que caído;

que el corazón entero y generoso

al caso adverso inclinará la frente

antes que la rodilla al poderoso.

Más triunfos, más coronas dio al prudente

que supo retirarse, la fortuna,

que al que esperó obstinada y locamente.

Esta invasión terrible e importuna

de contrarios sucesos nos espera

desde el primer sollozo de la cuna.

Dejémosla pasar como a la fiera

corriente del gran Betis, cuando airado

dilata hasta los montes su ribera.

Aquel entre los héroes es contado

que el premio mereció, no quien le alcanza

por vanas consecuencias del estado.

Busca, pues, el sosiego dulce y caro,

como en la oscura noche del Egeo

busca el piloto el eminente faro;

que si acortas y ciñes tu deseo

dirás: “Lo que desprecio he conseguido,

que la opinión vulgar es devaneo”.

Más quiere el ruiseñor su pobre nido

de pluma y leves pajas, más sus quejas

en el bosque repuesto y escondido,

que agradar lisonjero las orejas

de algún príncipe insigne, aprisionado

en el metal de las doradas rejas.

Triste de aquel que vive destinado

a esa antigua colonia de los vicios,

augur de los semblantes del privado.

Cese el ansia y la sed de los oficios,

que acepta el don, y burla del intento,

el ídolo a quien haces sacrificios.

Iguala con la vida el pensamiento,

y no le pasarás de hoy a mañana,

ni quizá de un momento a otro momento.

¿Qué es nuestra vida más que un breve día,

do apenas sale el sol, cuando se pierde

en las tinieblas de la noche fría?

¿Qué más que el heno, a la mañana verde,

seco a la tarde? ¡Oh ciego desvarío!

¿Será que de este sueño se recuerde?

¿Será que pueda ver que me desvío

de la vida, viviendo, y que está unida

la cauta muerte al simple vivir mío?

Como los ríos, que en veloz corrida

se llevan a la mar, tal soy llevado

al último suspiro de mi vida.

¡Mísero aquel que corre y se dilata

por cuantos son los climas y los mares,

perseguidor del oro y de la plata!

Un ángulo me basta entre mis lares,

un libro y un amigo, un sueño breve,

que no perturben deudas ni pesares.

Ya, dulce amigo, huyo y me retiro

de cuanto simple amé: rompí los lazos.

Ven y sabrás al grande fin que aspiro

antes que el tiempo muera en nuestros brazos.



Andrés Fernández de Andrada (1585, Sevilla – 1648, México)

Fragmentos (Versión de Dámaso Alonso)

[Selección del  texto y comentarios: José Baena Rojas]

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