Los ciegos y el elefante (II) [Un breve análisis]

LOS CIEGOS Y EL ELEFANTE (II)

Un breve análisis

Sugería en la primera parte de esta entrada a los ciudadanos de Huelva que tomasen papel y lápiz, y relacionaran a modo de sencillo juego cuáles son a su juicio las características que le confieren al edificio de la antigua sede de la Delegación de Hacienda su consideración como “patrimonio” para la ciudad. Porque esto último parece casi unánime, aun a falta de este análisis. En algunos casos, probablemente este ejercicio nos haga ver que tenemos claro el “qué”, pero quizá no sepamos definir tan nítidamente el “por qué”. O incluso puede que el ejercicio resulte más esclarecedor y termine descubriéndonos que nuestro interés por el edificio radicaba en algo que nos resultaba oculto o simplemente distinto de lo que intuíamos.

Viene esto a cuento -recuerdo- de los numerosos cruces de opiniones, que muy vehementemente en su mayoría, reclaman un escrupuloso mantenimiento de la literalidad del edificio en la futura e inminente intervención a realizar. Este análisis previo puede ayudar a valorar mejor la pertinencia de estas propuestas conservadoras.


Edificio de la antigua sede de Hacienda en Huelva. (Tarjeta postal de Ediciones Arribas)

Parece que está bastante asentada su imagen en un lugar tan señalado, formando además parte de un conjunto de edificios de cierta solemnidad institucional. Su fachada, enfrentada a la del Ayuntamiento, ayuda a delimitar el espacio de ensanchamiento central de la avenida, y a su vez, esta falsa plaza revierte en ella el tiempo (del peatón que se detiene, de la persona que espera) y la perspectiva, suficientes como para que su presencia sea mayor que la de otros edificios del entorno. Tiene por tanto un emplazamiento privilegiado, y así, el edificio queda definido de forma bastante notable por esta implantación y por su contexto urbano. Esto ha motivado que forme parte del repertorio de estampas -como la superior- que retratan la ciudad, a pesar de que ni el lenguaje ni su función resultaron nunca especialmente próximos a sus habitantes, y de que su composición formal para nada puede considerarse representativa de la arquitectura o la cultura locales.

Es importante también su origen como parte de una intervención que pretendía en su momento dotar a la ciudad de una arteria administrativa en la que localizar los principales edificios que la autoridad del momento requería. Se abrió así el eje que comúnmente conocemos como Gran Vía, y como parte de él, este edificio fue construido en los años cuarenta en el estilo propio de la época que los catálogos describen como “neo-herreriano”. El edificio describe por tanto, a la perfección, un lenguaje arquitectónico que fue profusamente empleado a lo largo del país, y que en nada resulta propio de la ciudad.

Todas estas características pueden considerarse como valores patrimoniales, si bien deben realizarse dos anotaciones parciales:

En primer lugar, se refieren a un contexto más allá del propio edificio, es decir, no radican en el edificio en sí, aislada o independientemente, sino que al contrario, resultan de su inserción en un entorno. Requieren por tanto de un contexto espacial o urbano, o un contexto temporal. El edificio parte del paisaje. El edificio parte de la historia.

En segundo lugar, tienen un carácter eminentemente visual: el interés radica de manera casi exclusiva en la imagen que el edificio aporta a la ciudad (los recuerdos de los ciudadanos, la perspectiva del conjunto, las referencias a otros edificio similares…). De nuevo, son parámetros que no están contenidos en el edificio, sino que éste más bien las emite o irradia al exterior.

Porque si pasamos a valorarlo interiormente, de manera aislada, desde un punto de vista material o formal (ya sea arquitectónico o constructivo), realmente su interés decae notablemente. No parece mostrar ningún valor espacial, ninguna solución tipológica, ni presenta aspectos constructivos reseñables. Más bien al contrario, la solución del proyecto resulta una traducción bastante fiel de su función. El edificio es arquitectónicamente anodino y triste. Utiliza recursos de burocracia proyectiva para resolver las contingencias que lo pueden diferenciar de algún pariente similar que podría haberse construido en Palencia o Albacete sin demasiadas alteraciones formales con similar ampulosidad oficial. Un modelo fiscal hecho planta.

Llegados a este punto, y tras este rápido análisis, puede de nuevo el lector someter a su juicio la intervención a realizar sobre él. Quizá lo relacionado sirva para matizar en algo las ideas previas. ¿Debe respetarse fiel y literalmente su estructura íntegra, o debemos limitarnos a garantizar los valores que verdaderamente tiene, sin vernos sometidos por los muchos elementos que carecen de ellos?

En una última entrada lo estudiaremos.

[César Morales Cuesta]

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