Los ciegos y el elefante (I) [Hablando de patrimonio]

LOS CIEGOS Y EL ELEFANTE (I)

Algunas consideraciones previas

Sin duda, resulta positiva la participación activa que buena parte de la sociedad onubense está mostrando en estos últimos meses en torno a decisiones que afectan a su patrimonio. Ahora bien, todo admite matices, y esta participación no puede concluir en una mera acumulación de opiniones, sino que  éstas deben quedar sometidas a un proceso de información, análisis y diagnóstico previo. Lo contrario deriva en una enorme confusión, resultado de la amorfa aglutinación de emociones/sensaciones individuales. Y esta confusión proviene principalmente del sentido que cada cual le da al concepto de patrimonio.

Para el ciudadano, el término representa bienes monumentales o históricos. Sin embargo, para las  personas que trabajan en este campo, desde hace décadas es un concepto bastante más complejo y con unos límites poco determinados, que en cualquier caso invalidan una concepción única y cerrada. En el siglo XXI, lo patrimonial abarca lo anterior, pero incluye además componentes culturales, paisajísticos, etnológicos, y otros muchos que abren todo un contexto en el que la obra debe ser entendida. Ya no se limita a una visión material, y como tantas otras cosas, lo patrimonial tiene en diferentes proporciones, componentes tangibles, concretos o visibles, y otros mucho más difusos e inmateriales. Son por tanto muchos los puntos de vista, y todos deben ser considerados.

Es conocida la parábola india que cuenta cómo un día seis sabios ciegos quisieron saber qué era un elefante. Sin poder verlo, el primero al chocar con su lomo pensó sin duda que era una pared. El segundo tocó la trompa y creyó que era como una serpiente. El tercero palpó la oreja y lo imaginó como un enorme abanico. El cuarto, al tocar el colmillo, pensó que era una lanza, y el quinto, rodeando con sus manos la pata, indudablemente lo creyó una columna. El sexto, agarrando la cola no podía entender cómo los demás no se daban cuenta de que era una cuerda. Cada uno estaba convencido de estar en lo cierto, y obviamente todos estaban errados.


Parábola de los ciegos y el elefante (Ilustrador desconocido. Imagen de dominio público)

En el debate diario, nuestro elefante patrimonial es percibido desde un único punto de vista, y puede que ese punto de vista resulte ser muy parcial e incompleto; así, desde él nos habremos creado erróneamente la imagen de algo uniforme y simple: un bien heredado, un monumento, un testigo del pasado. Desde esta perspectiva, visto como algo uniforme o global, resulta imposible de entender cualquier intervención parcial que se centre en unos aspectos u otros, y así, cualquier alteración se entiende que lo desvirtúa. Todo o nada. El patrimonio concebido como una especie protegida. O como el centinela de 2001, monolito de civilizaciones (las pasadas) de  sensibilidad superior que se nos manifiestan para tutelarnos estéticamente. Un objeto a reverenciar. A falta de análisis, éste es el único camino.

Estas ideas están de plena actualidad debido a las innumerables opiniones vertidas en torno al futuro de sendos edificios de la ciudad de Huelva: las antiguas sedes del Banco de España y de la Delegación de Hacienda. En casi todas ellas se apela a la preservación de los edificios sin matices ni diferencias, y en el caso del segundo especialmente, manteniéndose posturas muy contrarias a cualquier “manipulación” o intervención que se aleje de lo literal. Ciertamente, la falta de transparencia e información en la gestación de los proyectos supone en ambos casos un pecado original que sólo sirve para general recelos y desconfianza en la sociedad, pero esto – que abriría otro debate distinto – no debe servir de excusa.

Antes de entrar en profundidad, sugiero a quien apetezca que realice su personal análisis del edificio. Que diferencie cuáles son sus aportaciones materiales y cuáles las inmateriales, y que estime entre ellas si todas requieren de idéntico tratamiento. Que se localice dónde radica el valor del edificio, qué es lo que hace que unánimemente los ciudadanos de Huelva lo consideremos parte de nuestro patrimonio. Quizá después se abran posibilidades diferentes a las que anteriormente se tenían.

[César Morales Cuesta]

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